Historias de Adviento
En este artículo explico brevemente lo que es el Adviento, el significado de la corona de Adviento, y además, incluyo tres historias de Adviento con las que reflexionar durante este tiempo. Todo ello puede ser de utilidad para catequesis u otro tipo de actividades encaminadas a vivir plenamente la preparación para la Navidad.
Qué es el Adviento y el simbolismo de su corona
El Adviento comienza el primer domingo de diciembre. Es un hermoso tiempo de preparación para la Navidad donde cada domingo se enciende una vela como signo de vigilia.
La Corona de Adviento es un símbolo de la espera del nacimiento de Jesús y un ruego para que infunda luz en nuestras almas.
Su forma circular es signo del amor de Dios. El círculo es una figura geométrica que no tiene ni principio ni fin. La Corona de Adviento recuerda que Dios tampoco tiene principio ni fin, por lo que refleja su unidad y eternidad. Es señal del amor que debemos tener a Dios y al prójimo, que debe renovarse constantemente y nunca detenerse.
El color verde representa la esperanza y la vida. La corona de Adviento nos recuerda que Cristo está vivo entre nosotros y que debemos cultivar la vida de gracia, el crecimiento espiritual y la esperanza.
El anhelo más importante debe ser llegar a una unión más estrecha con Dios, así como las ramas están unidas a su árbol.
Las cuatro velas de la Corona se van prendiendo en cada uno de los cuatro domingos de Adviento con una oración especial prevista en la liturgia.
Las velas invitan a reflexionar la oscuridad provocada por el pecado que ciega al hombre y lo aleja de Dios. Así como las tinieblas se disipan con cada vela que encendemos, nuestra vida se ilumina cada vez más con la llegada de Cristo al mundo.
Una de las velas es rosada, se enciende el tercer domingo, llamado de “gaudete”, que significa alegría, donde el sacerdote también viste de color rosa. Representa el gozo que sentimos ante el cercano nacimiento del Señor. Las otras tres velas representan el espíritu de penitencia, sacrificio y purificación que debemos tener para preparar la venida del Mesías. Es en definitiva, una invitación a hacer limpieza general en nuestro interior, para que Cristo, al llegar, encuentre acogedor el corazón de cada uno de nosotros.
En algunos lugares, todas las velas de la Corona se sustituyen por velas rojas y en la Noche de Navidad, en el centro, se coloca una vela blanca simbolizando a Cristo como centro de todo cuanto existe.
3 historias de Adviento:
Cuento de Adviento nº1 : Martín, el zapatero
Martín era un humilde zapatero de un pequeño pueblo de montaña. Vivía solo. Hacía años que había enviudado y sus hijos habían marchado a la ciudad en busca de trabajo. Martín, cada noche, antes de ir a dormir leía un trozo del Evangelio frente a la chimenea. Aquella noche se despertó sobresaltado. Había oído claramente una voz que le decía. “Martín…, mañana Dios vendrá a verte”.
Se levantó muy temprano, barrió y ordenó su taller de zapatería. Dios debía encontrarlo todo perfecto. Se puso a trabajar delante de la ventana, para ver quién pasaba por la calle. Al cabo de un rato vio un vagabundo vestido de harapos y descalzo. Compadecido, se levantó inmediatamente y lo hizo entrar en su casa para que se calentase un rato junto al fuego. Le dio una taza de leche caliente y le preparó un paquete con pan, queso y fruta, y le regaló unos zapatos para el camino.
Tiempo después, vio pasar a una joven viuda con su pequeño, muertos de frío. También los hizo pasar. Como ya era mediodía, los sentó a la mesa y sacó la deliciosa sopa que había preparado por si Dios quería quedarse a comer. Buscó un abrigo de su mujer y otro de uno de sus hijos y se los dio para que no pasasen frío.
Transcurrió la tarde y Martín se entristeció, porque Dios no aparecía. Sonó la campana de la puerta y se giró alegre creyendo que era Dios. La puerta se abrió con algo de violencia y entró dando tumbos el borracho del pueblo. – ¡Sólo faltaba este! Mira, que si ahora llega Dios…– se dijo el zapatero – ¡Tengo sed –exclamó el borracho.
Y Martín acomodándolo en la mesa le sacó una jarra de agua y puso delante de él un plato con los restos de la sopa del mediodía. Cuando el borracho marchó ya era muy de noche, y Martín estaba muy triste. Dios no había venido. Se sentó ante la chimenea, tomó los Evangelios y los abrió al azar. Entonces leyó:
– “Porque tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estaba desnudo y me vestiste…Cada vez que lo hiciste con uno de mis pequeños, a mí me lo hiciste…”.
Se le iluminó el rostro al pobre zapatero. ¡Claro que Dios le había visitado! ¡No una vez, sino tres veces! Y Martín, aquella noche, se durmió pensando que era el hombre más feliz del mundo…”.
El Adviento, es la esperanza de la venida de Dios que de muchas formas nos visita.
Cuento de Adviento nº 2: EL MEJOR REGALO DE NAVIDAD
En 1994, dos americanos respondieron a una invitación del Departamento de Educación Rusa, para enseñar moral y ética basadas en la biblia, en las escuelas públicas. Fueron invitados también a enseñar en prisiones y en un inmenso orfanato. Alrededor de 100 niños y niñas que habían sido abandonados y/o maltratados estaban en este orfanato. Los americanos relataron esta historia con sus propias palabras:
Se acercaban las fiestas Navideñas de 1994, cuando estos huérfanos escucharían por primera vez la historia tradicional de Navidad. Les contamos como María y José llegaron a Belén, no encontraron albergue en la posada y fueron a un establo, donde María dio a luz y el niño Jesús fue puesto en un pesebre.
Durante el relato de la historia, los niños y los trabajadores del orfanato escuchaban asombrados. Al terminar, dimos a los niños tres pequeños trozos de cartulina para que construyeran un pesebre.
Los huérfanos estaban ocupados montando sus pesebres, mientras yo caminaba entre ellos para ver si necesitaban ayuda. Parecía ir todo bien hasta que llegue a una de las mesas donde estaba sentado el pequeño Misha. Parecía tener unos 6 años y ya había terminado su proyecto. Cuando miré el pesebre de este pequeño, me sorprendió ver dos bebés en vez de uno. Llame al traductor para que le preguntase al chico porque habían dos bebés en el pesebre. El niño comenzó a explicarlo muy seriamente.
Para ser un niño tan pequeño que solo había escuchado la historia de Navidad una vez, contó el relato con exactitud… hasta llegar a la parte donde María coloca el bebé en el pesebre. Entonces Misha añadió su propia historia diciendo, ” y cuando María colocó al bebé en el pesebre, Jesús me miró y me preguntó si yo tenía un lugar donde ir. Yo le dije: -no tengo mamá y no tengo papá, así que no tengo donde quedarme-. Entonces Jesús me dijo que me podía quedar con El. Pero le dije que no podía porque no tenía regalo para darle como habían hecho los demás. Pero tenía tantos deseos de quedarme con Jesús, que pensé que podría darle calor.
Le pregunté a Jesús: -Si te mantengo caliente, ¿sería eso un buen regalo?- Y Jesús me respondió, -Si me mantienes caliente, ese sería el mejor regalo que me hayan hecho-. Así que me metí en el pesebre, y entonces Jesús me miró y me dijo que me podría quedar con El… para siempre”. Mientras el pequeño Misha terminaba su historia, sus ojos se desbordaban de lágrimas que le resbalaban por las mejillas. El pequeño huérfano había encontrado alguien que nunca lo abandonaría o lo maltrataría, alguien quien se mantendría con el para siempre. Gracias a Misha he aprendido que lo que cuenta, no es lo que uno tiene en la vida, si no, a quien tiene. No creo que lo ocurrido a Misha fuese imaginación. Creo que Jesús de verdad lo invitó a estar junto a Él para siempre. Jesús hace esa invitación a todos, pero para escucharla hay que tener corazón de niño.
Cuento de Adviento nº 3: El sueño de la Virgen María
-José, anoche tuve un sueño muy extraño, como una pesadilla. La verdad es que no lo entiendo. Se trataba de una fiesta de cumpleaños de nuestro Hijo.
La familia se había estado preparando durante semanas decorando su casa. Se apresuraban de tienda en tienda comprando toda clase de regalos. Parece que toda la ciudad estaba en lo mismo porque todas las tiendas estaban abarrotadas. Pero algo me extrañó mucho: ninguno de los regalos era para nuestro Hijo.
Envolvieron los regalos en papeles lindísimos y les pusieron cintas y lazos muy bellos y los colocaron bajo un árbol. Si, un árbol, José, ahí mismo dentro de su casa. También decoraron el árbol; las ramas estaban llenas de bolas de colores y adornos brillantes. Había una estrella en lo alto del árbol, Estaba precioso.
Por fin, el día del cumpleaños de nuestro Hijo llegó. Todos reían y parecían estar muy felices con los regalos que daban y recibían. Pero fíjate José, no le dieron nada a nuestro Hijo. Yo creo que ni siquiera lo conocían. En ningún momento mencionaron su nombre, ni se acordaron de Él. ¿No te parece raro, José, que la gente trabaje tanto trabajo para celebrar el cumpleaños de alguien que ni siquiera conocen? Me parecía que Jesús se habría sentido como un intruso si hubiera asistido a su propia fiesta de cumpleaños.
Todo estaba precioso, José y todo el mundo estaba feliz, pero todo se quedó en las apariencias, en el gusto por los regalos y la comida. Me daban ganas de llorar ¡Qué tristeza tan grande para Jesús no ser invitado a Su propia fiesta!
Menos mal que solo fue un sueño, José. ¡Sería terrible si fuese realidad!-